Como he mencionado en publicaciones anteriores, es sabido que la ciencia, la medicina y la tecnología han avanzado a pasos agigantados en los últimos años, pasando de realizar prácticas médicas en condiciones críticas (en ambientes no óptimos) hasta crear los avanzados equipos médicos que conocemos actualmente. Varios autores han afirmado que, si este ritmo continúa, la utilización de los biomateriales podría dejar de limitarse únicamente a mejorar la calidad de vida de los pacientes, sino extenderse hasta utilizar piezas para el perfeccionamiento del cuerpo humano y la prolongación de la vida del mismo indefinidamente.
Personalmente, me encuentro en contra de esta postura. A pesar de ser una amante de los avances científicos (especialmente en el ámbito médico), considero que los biomateriales deberían ser utilizados únicamente hasta el punto en que logren mejorar la calidad de vida de los pacientes. Dicho esto, pregunto: ¿hasta qué punto podemos ser modificados sin que se alterase nuestra identidad? Para encontrar la respuesta a esa pregunta, debemos responder primero qué es lo que nos hace ser seres humanos.
Responder esto nos llevaría a una serie de dilemas y/o paradigmas filosóficos, antropológicos, éticos, religiosos, entre otros; pero, lo cierto es que cada ser humano es diferente, y no solo físicamente. Nuestras experiencias, sentimientos, opiniones, recuerdos, propósitos, incluso nuestra forma de ver la vida es diferente para cada uno; es lo que nos da una identidad y nos hace ser quienes somos, nos individualiza y hace que resulte imposible establecer un patrón para "construir" un ser humano.
Debemos tener en cuenta que todo está configurado en nuestro cerebro: emociones, recuerdos, pensamientos, todo se encuentra almacenado allí. Todavía los avances médicos, científicos y tecnológicos no han logrado construir un sustituto para el cerebro, por lo complejo que sería imitar sus funciones, pues si bien es cierto que ya se han creado memorias para guardar recuerdos, ¿Cómo crearían un artefacto que logre reproducir las mismas emociones que sentiría la persona al verlos?
Reemplazar algunas partes del cuerpo puede resultar beneficioso para los pacientes, pero no evita que este tenga una fecha de caducidad. Se puede lograr que el corazón siga funcionando por medio de biomateriales cardiovasculares, como los marcapasos, sin embargo, no se puede impedir que deje de latir definitivamente si la persona presenta un infarto, ni el progresivo deterioro de la actividad cerebral producido por la demencia senil (cuya probabilidad de desarrollo se duplica cada cinco años entre los 65 y los 90 aproximadamente).
¿Cuánto mejoraría la vida de una persona de edad avanzada al reemplazar su cerebro, tomando en cuenta que no podría valerse por sí misma? Nuevamente opino que los biomateriales deberían regirse por el primum non nocere, expresión latina atribuida al médico griego Hipócrates, traducida como "lo primero es no hacer daño". El objetivo de las prácticas médicas nunca ha sido otro sino buscar el bienestar del paciente y mejorar su calidad de vida; cuando se pierde esta orientación y se utilizan los biomateriales con otros fines, siento que se pierde la verdadera esencia de estas prácticas.
Debemos tener siempre presente que cada ser humano tiene una función que cumplir en el mundo por un tiempo determinado, y que no está en nuestras manos jugar con este tiempo, modificándolo. Para ello debemos promover la utilización de los biomateriales sin perder de vista el primum non nocere; utilizarlos con la finalidad de mejorar la calidad de vida de todas aquellas personas que lo necesiten, mas no para prolongarla indefinidamente.